La UE desatiende la agenda verde, la migratoria y la de vivienda para centrarse en las guerras
El conflicto de Ucrania y ahora el choque comercial absorben toda la energía y la atención de la maquinaria comunitaria.
María G. Zornoza
Bruselas-
Cuando en 2019 Ursula von der Leyen asumió las riendas de la Comisión Europea hizo de la lucha contra el cambio climático una de sus principales banderas. Después llegó la pandemia, la guerra de Ucrania y ahora, en su segundo mandato, el regreso de Donald Trump. La UE lleva todos estos años con el "modo crisis" encendido. Son los grandes acontecimientos globales los que copan gran parte de sus esfuerzos europeos. Pero por el camino se diluyen otros debates y decisiones en materia medioambiental, migratoria o del pilar social.
La ex ministra de Defensa de Angela Merkel hizo del pacto verde su gran apuesta. Lo presentó durante sus primeros días en el Berlaymont proclamándolo como el “momento del hombre en la luna en Europa”. El inmenso paquete legislativo tenía un objetivo claro: hacer de Europa el primer continente climáticamente neutro en 2050. En Bruselas las conversaciones eco centraban esos días la agenda europea.
Seis años después -con un conflicto bélico a las puertas del bloque y una reconfiguración del orden global- es difícil encontrar medidas, debates políticos o titulares en los medios de comunicación que no hagan referencia a tamaños acontecimientos. En los pasillos de poder de la capital comunitaria cualquier conversación pública y privada gira en torno a ello, lo que deriva a su vez en redirigir tiempos, energía y presupuestos de otras partidas.
Desde el 24 de febrero de 2022, día en el que Rusia invadió Ucrania, la UE ha centrado todos sus esfuerzos en apoyar a Kiev a través de medios financieros, armamentísticos y humanitarios. Por primera vez el que nació como un proyecto de paz cambiaba todas sus estructuras para financiar la guerra. Tras el 20 de enero de 2024, con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y sus amenazas de abandonar el paraguas de seguridad a Europa, la prioridad se centra en rearmar el Viejo Continente. Y el 2 de abril de 2025, bautizado por Donald Trump como el "día de la liberación", ha dado lugar a que la UE pierda su centro de gravedad mientras el orden global se reconfigura y ponga todos sus ojos en el corto plazo en evitar una guerra comercial y en el medio a encontrar nuevos aliados y mercados. Uno de los movimientos más evidentes está siendo el acercamiento a China. De hecho, ambos bloques celebrarán una cumbre de alto nivel a mediados de julio en Pekín.
Este estado de supervivencia continúa ha provocado a su vez que acontecimientos de enorme trascendencia como la guerra en Gaza o la crisis en Sudán pasen de puntillas. Hace unos días, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, sobre el que pesa una orden de detención internacional, campó a sus anchas y con alfombra roja por Hungría, que se convirtió en el primer Estado miembro en desoír a La Haya ante el silencio de Bruselas. Bélgica asegura también que no detendrá al mandatario investigado por genocidio.
Mientras la UE capea todos estos temporales, el endurecimiento con las políticas migratorias continúa su curso. La Comisión Europea presentó recientemente su propuesta de reforma para la directiva de retornos, que grosso modo, abre la puerta por primera vez en la historia del bloque a deportar a personas a centros de detención en países terceros. Todo ello a pesar que la Justicia británica e italiana ha tumbado los modelos semejantes que el Reino Unido quería hacer con Ruanda e Italia con Albania. El Consejo y el Parlamento Europeo se encuentran en negociaciones para sacarlo adelante. Entre las asignaturas pendientes se encuentra la de acordar la lista de “países seguros” para establecer los centros. Muchos países abogan por incluir en ella estados autoritarios con un historial negro sobre el respeto de los derechos humanos. Y ya hay precedentes porque la UE ha firmado acuerdos financieros con Libia, Marruecos, Túnez, Turquía o Egipto que reciben enormes cantidades de dinero a cambio de “controlar” la inmigración. Si antes los debates sobre inmigración monopolizaban los debates en la UE o eran los grandes protagonistas de las cumbres, ahora son relegados a unas líneas en las conclusiones finales.
Entretanto, los bolsillos de los ciudadanos europeos sienten cada vez más el peso de las consecuencias de las guerras y la inestabilidad global. La de Ucrania hizo disparar los precios de la luz y la desatada por Trump amenaza con disparar la inflación. Uno de los grandes dramas en Europa es el acceso a la vivienda. Como guiño a España, la nueva Comisión creó la figura de un comisario de Energía y Vivienda, aunque la figura de Dan Jørgensen es más bien simbólica porque Bruselas apenas cuenta con competencias en esta materia. Uno de cada tres hogares en riesgo de pobreza destinó en 2023 el 40% o más de la renta familiar para pagar la vivienda. El danés ha pedido mayores inversiones para resolver este gran problema, pero poco o nada se ha avanzado durante la primera recta del mandato Von der Leyen 2.0 en este aspecto.
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